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Aunque sería exagerado afirmar que el origen de la agricultura se pierde en la Noche de los Tiempos, lo cierto es que diversas investigaciones realizadas en los últimos años nos pintan una imagen llena de niebla sobre los inicios de esta técnica y modo de vida, probablemente la base primordial para la civilización tal como la entendemos.
Diversas investigaciones de los últimos años pintan una imagen llena de niebla sobre los inicios de la agricultura, una técnica y modo de vida que fue probablemente la base primordial para la civilización tal como la entendemos. Foto: Amazings/NCYT/JMC
En algún momento de la historia humana, un momento que a buen seguro se repitió muchas veces en bastantes lugares distintos y de forma independiente, alguien pensó que ayudar a crecer exclusivamente a vegetales comestibles en un terreno de fácil acceso para él o ella sería una opción mucho mejor que tener que recorrer amplias zonas de los alrededores para buscar y recolectar esa comida, dispersa casi al azar, y mezclada con vegetales sin utilidad o incluso peligrosos.
A partir de esa idea simple pero genial, la agricultura comenzó a funcionar.
Las primeras dudas surgen, obviamente, al intentar averiguar cuándo se llevó a cabo la primera actividad agrícola. Se tiende a aceptar que el cultivo de las plantas comestibles apareció bastante de repente en Oriente Próximo hace unos 11.000 años, y que de allí se extendió hacia otras partes. Sin embargo, un polémico estudio de 2008, realizado por el equipo de Robin Allaby, de la Universidad de Warwick en el Reino Unido, basado en un nuevo modelo matemático, sugiere que la agricultura comenzó en realidad mucho antes de lo que se asume, concretamente unos diez milenios antes. De ser ciertas las conclusiones basadas en algunos análisis y defendidas por un sector de expertos, en la zona del yacimiento arqueológico Ohalo II, en Siria, algunos cereales silvestres habrían sido cultivados unos 10.000 años antes de la fecha que se consideraba como la más antigua en la historia de la agricultura, antes incluso del último máximo glacial (hace entre 18.000 y 15.000 años).
Según las conclusiones de éste y otros estudios, el desarrollo de la agricultura habría sido mucho más lento de lo que se ha venido creyendo, y no se habría basado en unas pocas especies específicas siendo domesticadas, sino en bastantes, con combinaciones posteriores de ellas y otros elementos de configuración que demostrarían que el surgimiento de las especies de cultivo fue un proceso mucho más complejo de lo que se creía.
A partir de esa idea simple pero genial, la agricultura comenzó a funcionar.
Las primeras dudas surgen, obviamente, al intentar averiguar cuándo se llevó a cabo la primera actividad agrícola. Se tiende a aceptar que el cultivo de las plantas comestibles apareció bastante de repente en Oriente Próximo hace unos 11.000 años, y que de allí se extendió hacia otras partes. Sin embargo, un polémico estudio de 2008, realizado por el equipo de Robin Allaby, de la Universidad de Warwick en el Reino Unido, basado en un nuevo modelo matemático, sugiere que la agricultura comenzó en realidad mucho antes de lo que se asume, concretamente unos diez milenios antes. De ser ciertas las conclusiones basadas en algunos análisis y defendidas por un sector de expertos, en la zona del yacimiento arqueológico Ohalo II, en Siria, algunos cereales silvestres habrían sido cultivados unos 10.000 años antes de la fecha que se consideraba como la más antigua en la historia de la agricultura, antes incluso del último máximo glacial (hace entre 18.000 y 15.000 años).
Según las conclusiones de éste y otros estudios, el desarrollo de la agricultura habría sido mucho más lento de lo que se ha venido creyendo, y no se habría basado en unas pocas especies específicas siendo domesticadas, sino en bastantes, con combinaciones posteriores de ellas y otros elementos de configuración que demostrarían que el surgimiento de las especies de cultivo fue un proceso mucho más complejo de lo que se creía.
Otra pregunta para la que quizá nunca se halle una respuesta del todo fiable es la de cuál fue el primer vegetal cultivado por el Ser Humano. En esto, hay hipótesis para todos los gustos. El equipo de Ofer Bar-Yosef de la Universidad de Harvard en Estados Unidos, y E. Kislev y Anat Hartmann de la Universidad de Bar-Ilan en Israel, apostó por el higo hace varios años. Estos arqueobotánicos encontraron indicios de que el inicio de la agricultura pudo haberse producido con el cultivo del higo en Oriente Próximo. Según sus conclusiones, por tanto, ese puesto privilegiado del Primer Cultivo de la Humanidad no les correspondería a vegetales de la talla del trigo, la cebada y las legumbres, que se han venido considerando candidatos obvios.
El arroz ha tenido históricamente en algunos países un papel fundamental como recurso alimenticio esencial. Ese es el caso de China. Sin embargo, aunque usualmente se asocia el arroz con la agricultura china, bastantes arqueólogos han venido creyendo hasta hace poco que el mijo fue el alimento más importante vinculado al desarrollo del Norte de China. Esta idea ya no está tan clara desde las investigaciones llevadas a cabo en el yacimiento arqueológico de Liangchengzhen por especialistas de la Universidad de Toronto en Canadá, el Museo Field de Chicago y la Universidad china de Shandong. Las conclusiones a las que llegó el equipo del antropólogo Gary Crawford, de la citada universidad canadiense, indican que no sólo se cultivó mijo, sino que de hecho el arroz fue aparentemente la fuente principal de alimento, y que además el trigo también entró en escena. Según esto, el rápido crecimiento de las primeras ciudades septentrionales de China, fundadas entre los años 2400 y 2000 aC, se debió en buena parte al éxito agrícola con los cultivos de arroz y trigo.
El maíz es otro de los cultivos más importantes del planeta. En tanto que muchas evidencias indican que el maíz fue "domesticado" (adaptado a partir de sus ancestros salvajes) primeramente en México, el momento y lugar de esta domesticación temprana, y los eventos que favorecieron su dispersión, están todavía sujetos a debate. Análisis realizados en años recientes sugieren que el maíz fue domesticado en México en fecha tan lejana como hace 10.000 años. Así lo determinó el equipo de John Jones, del Departamento de Antropología en la Universidad Estatal de Washington en Pullman, y sus colegas Mary Pohl y Kevin Pope, quienes evaluaron múltiples líneas de evidencias, incluyendo restos paleobotánicos, así como análisis de genes.
El cacahuete (o maní), y la calabaza cuentan con ejemplos muy antiguos de cultivo en América. En el caso de las laderas de los Andes en el norte del Perú, se encontraron hace varios años evidencias del cultivo de ambos, que respaldan la idea de que parte del desarrollo temprano de la agricultura en América se produjo en asentamientos agrícolas de los Andes. El equipo de Tom D. Dillehay de la Universidad Vanderbilt en Estados Unidos encontró en el Valle de Ñanchoc, de la citada región, pruebas del cultivo de calabaza hace unos 9.200 años, y del de cacahuete hace 7.600. Los investigadores creen que el desarrollo de la agricultura entre la gente de Ñanchoc sirvió como catalizador para cambios culturales y sociales que acabaron llevando al poder político institucionalizado, y a la aparición de nuevos pueblos en el altiplano andino y a lo largo de la costa, hace entre 4.000 y 5.500 años. Los nuevos hallazgos indican que la agricultura desempeñó en esa evolución un papel más extenso de lo que se creía.
En Europa, la agricultura como estilo de vida tardó bastante tiempo en llegar. Lo hizo, según se cree, hace unos 6.000 años, procedente de Oriente Próximo. En qué zonas se implantó primero y cuál fue la ruta de propagación por Europa constituyen también dos puntos bastante sujetos a debate. Las dudas parecen estar aclarándose gracias a un estudio reciente, para el que se hicieron análisis de ADN de 5.000 años de antigüedad, tomado de restos mortales de humanos de la Edad de Piedra desenterrados en Suecia. Todo apunta ahora a que la práctica de la agricultura se fue implantando progresivamente desde el sur de Europa hacia el norte del continente, siendo los inmigrantes del sur los que llevaron las técnicas agrícolas a los pueblos del norte. Los conocimientos agrícolas no fueron lo único que introdujeron en la región los primeros agricultores europeos. A juzgar por los datos genéticos, esos agricultores pioneros de Europa a la postre mezclaron sus genes con los de los cazadores-recolectores que vivían allí, una relación que condujo al genoma europeo moderno.
El equipo de Pontus Skoglund, Mattias Jakobsson y Anders Gotherstrom, los tres de la Universidad de Uppsala en Suecia, analizó los datos genéticos de dos culturas diferentes de la antigüedad: una de cazadores-recolectores, y otra de agricultores. Ambas existieron en la misma época, separadas por menos de 400 kilómetros (249 millas). Después de comparar estos datos con los de poblaciones europeas modernas, los investigadores encontraron que los datos genéticos de los cazadores-recolectores de la Edad de Piedra no concordaban con los perfiles genéticos predominantes de las poblaciones modernas, y en cambio se parecían más a los típicos de los finlandeses. Por su parte, la genética que debió ser típica de los agricultores, y que fue analizada por el equipo de investigación, se parecía mucho a la de las poblaciones mediterráneas.
En el caso europeo, cuando se ponen estos resultados en el debido contexto arqueológico, comienza a emerger una imagen de aquella época, en la que los intrépidos pioneros de la agricultura en Europa migraron de sur a norte a través del continente, asentándose en regiones cada vez más al norte, y mezclándose finalmente con las poblaciones residentes de cazadores-recolectores. En consecuencia, esta migración prehistórica, que extendió por primera vez la agricultura a todo el continente, forjó los genomas de la mayoría de los europeos modernos.
El arroz ha tenido históricamente en algunos países un papel fundamental como recurso alimenticio esencial. Ese es el caso de China. Sin embargo, aunque usualmente se asocia el arroz con la agricultura china, bastantes arqueólogos han venido creyendo hasta hace poco que el mijo fue el alimento más importante vinculado al desarrollo del Norte de China. Esta idea ya no está tan clara desde las investigaciones llevadas a cabo en el yacimiento arqueológico de Liangchengzhen por especialistas de la Universidad de Toronto en Canadá, el Museo Field de Chicago y la Universidad china de Shandong. Las conclusiones a las que llegó el equipo del antropólogo Gary Crawford, de la citada universidad canadiense, indican que no sólo se cultivó mijo, sino que de hecho el arroz fue aparentemente la fuente principal de alimento, y que además el trigo también entró en escena. Según esto, el rápido crecimiento de las primeras ciudades septentrionales de China, fundadas entre los años 2400 y 2000 aC, se debió en buena parte al éxito agrícola con los cultivos de arroz y trigo.
El maíz es otro de los cultivos más importantes del planeta. En tanto que muchas evidencias indican que el maíz fue "domesticado" (adaptado a partir de sus ancestros salvajes) primeramente en México, el momento y lugar de esta domesticación temprana, y los eventos que favorecieron su dispersión, están todavía sujetos a debate. Análisis realizados en años recientes sugieren que el maíz fue domesticado en México en fecha tan lejana como hace 10.000 años. Así lo determinó el equipo de John Jones, del Departamento de Antropología en la Universidad Estatal de Washington en Pullman, y sus colegas Mary Pohl y Kevin Pope, quienes evaluaron múltiples líneas de evidencias, incluyendo restos paleobotánicos, así como análisis de genes.
El cacahuete (o maní), y la calabaza cuentan con ejemplos muy antiguos de cultivo en América. En el caso de las laderas de los Andes en el norte del Perú, se encontraron hace varios años evidencias del cultivo de ambos, que respaldan la idea de que parte del desarrollo temprano de la agricultura en América se produjo en asentamientos agrícolas de los Andes. El equipo de Tom D. Dillehay de la Universidad Vanderbilt en Estados Unidos encontró en el Valle de Ñanchoc, de la citada región, pruebas del cultivo de calabaza hace unos 9.200 años, y del de cacahuete hace 7.600. Los investigadores creen que el desarrollo de la agricultura entre la gente de Ñanchoc sirvió como catalizador para cambios culturales y sociales que acabaron llevando al poder político institucionalizado, y a la aparición de nuevos pueblos en el altiplano andino y a lo largo de la costa, hace entre 4.000 y 5.500 años. Los nuevos hallazgos indican que la agricultura desempeñó en esa evolución un papel más extenso de lo que se creía.
En Europa, la agricultura como estilo de vida tardó bastante tiempo en llegar. Lo hizo, según se cree, hace unos 6.000 años, procedente de Oriente Próximo. En qué zonas se implantó primero y cuál fue la ruta de propagación por Europa constituyen también dos puntos bastante sujetos a debate. Las dudas parecen estar aclarándose gracias a un estudio reciente, para el que se hicieron análisis de ADN de 5.000 años de antigüedad, tomado de restos mortales de humanos de la Edad de Piedra desenterrados en Suecia. Todo apunta ahora a que la práctica de la agricultura se fue implantando progresivamente desde el sur de Europa hacia el norte del continente, siendo los inmigrantes del sur los que llevaron las técnicas agrícolas a los pueblos del norte. Los conocimientos agrícolas no fueron lo único que introdujeron en la región los primeros agricultores europeos. A juzgar por los datos genéticos, esos agricultores pioneros de Europa a la postre mezclaron sus genes con los de los cazadores-recolectores que vivían allí, una relación que condujo al genoma europeo moderno.
El equipo de Pontus Skoglund, Mattias Jakobsson y Anders Gotherstrom, los tres de la Universidad de Uppsala en Suecia, analizó los datos genéticos de dos culturas diferentes de la antigüedad: una de cazadores-recolectores, y otra de agricultores. Ambas existieron en la misma época, separadas por menos de 400 kilómetros (249 millas). Después de comparar estos datos con los de poblaciones europeas modernas, los investigadores encontraron que los datos genéticos de los cazadores-recolectores de la Edad de Piedra no concordaban con los perfiles genéticos predominantes de las poblaciones modernas, y en cambio se parecían más a los típicos de los finlandeses. Por su parte, la genética que debió ser típica de los agricultores, y que fue analizada por el equipo de investigación, se parecía mucho a la de las poblaciones mediterráneas.
En el caso europeo, cuando se ponen estos resultados en el debido contexto arqueológico, comienza a emerger una imagen de aquella época, en la que los intrépidos pioneros de la agricultura en Europa migraron de sur a norte a través del continente, asentándose en regiones cada vez más al norte, y mezclándose finalmente con las poblaciones residentes de cazadores-recolectores. En consecuencia, esta migración prehistórica, que extendió por primera vez la agricultura a todo el continente, forjó los genomas de la mayoría de los europeos modernos.
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